Icono de San José 
St, Mary of the Hills (Boylston, Massachusetts)
Es un tríptico, óleo sobre tabla de 96 x 64 cm (cerrado) con fondo el laminilla dorada. 
Una obra con varios retos, el primero: acompañar un icono de la virgen con el niño en estilo griego que existe en la parroquia; el segundo: ser una obra con aspectos tradicionales pero con toques contemporáneos; el tercero: que jugara visualmente con otras obras contemporáneas que existen también en el espacio del templo acudiendo así a ciertas formas y colores en estas obras. El cuadro se completó en óleo con trementina y luego de un proceso de secado, se barnizó. Al final de este hilo de fotos dejo un video conclusivo del proceso
“el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: 'José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”

Mateo 1,20-21

En este icono vemos la imagen de José, un hombre de renuncia que se aleja de su plan personal acogiendo una voluntad más grande, un hombre capaz de convertirse, un migrante amigo de los migrantes, un padre parecido al Padre del cielo cuyo silencio no es omisión sino presencia tierna, permanente y confiada, un trabajador creativo que no abandona la obra aún cuando ella es incomprensible a los ojos de la ley humana y religiosa. Desde el centro de la imagen José nos permite adentrarnos en la ventana de sus pupilas, el único espacio del icono pintado con negro puro, de este modo su cuerpo no tiene ninguna oscuridad que no haya sido alcanzada por la luz de Dios; su misión no se centra en sí mismo, sino en levantantar con ternura a Jesús, la figura más alta en la composición, llevando con su levantamiento nuestra mirada al cielo. 
Su mano derecha sostiene un ramo, que no florece sino que da 12 frutos de olivo que hacen referencia a las 12 tribus del pueblo elegido de Israel, de allí hay un fruto especial en lo escondido de la noche (la tribu de Judá) del que sale la semilla de nuestra salvación: Jesús. Su mano izquierda abraza a su hijo a la altura de su propio pecho y apoya en Él su cabeza sintetizando con simpleza la vida del cristiano: poner el corazón y la mente en Jesús. Del lado de abajo José cobija la imagen de un pelícano que se hiere a sí mismo para alimentar con su sangre a sus polluelos, es la imagen de la eucaristía donde Dios mismo se hiere para darnos vida y es tomada de referencia de la parte alta de la cruz que pende sobre el altar de la parroquia; es así como el brazo de José es un puente terreno y amable que conecta al Cristo sacrificado por la humanidad con el Cristo resucitado en las alturas. Es por esta razón que Jesús y el pelícano comparten los mismos colores: los de la realeza, haciéndose una sola figura.

La figura de José es atravesada por una cruz, una ventana a la noche donde las estrellas guían el camino de aquellos que deben dejar sus tierras buscando sobrevivir y proteger a los suyos; José es un hombre migrante que avanza confiado y guiado en el camino trazado por el cielo, llevando consigo a Cristo que es la estrella más luminosa, y custodiando a María que no solo es su esposa sino el sagrario donde Dios se guarda. Es así como en esta cruz a José lo guía la luz de las estrellas en la oscuridad del cielo pero también la luz de la confianza de su pecho en la oscuridad de la tierra.

Las puertas de este tríptico son una misma escena con dos mensajes concretos: ser mensajeros de la buena noticia y vivir el don de una vida confiada. Del lado izquierdo el ángel del Señor desciende a los sueños de José, representados en espirales azules compartidas en ambos cuadros; es el movimiento descendiente de la encarnación de Jesús que es la Palabra del Padre y la buena noticia para el ser humano, un Dios que baja y acampa entre nosotros; del lado derecho José duerme, como los niños en brazos de la madre; dormir es la expresión máxima de la confianza humana y el medio por el cual José, a través de sueños que cambian la historia, desarrolla una amistad cara a cara con Dios; ya desde el Génesis habíamos conocido un José soñador quien siendo virrey de Egipto administró con justicia los tesoros de aquel lejano reino, el José del evangelio es también un soñador quien con justicia ha administrado el gran tesoro de Dios que salva nuestra propia vida; ante este icono podríamos decirnos a nosotros mismos con ecos del capítulo 41 del Génesis: “Vayan a José y hagan lo que él les diga”.

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